La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que evoluciona en brotes.
La presentación más frecuente es en forma de placas rojas y descamativas predominantemente en zonas de extensión y cuero cabelludo. También afecta con frecuencia a las uñas (no confundir con hongos).
Aunque existen otras variantes como las formas invertidas, en gotas, pustulosas o palmoplantares.
Hoy en día se considera una enfermedad multisistémica ya que se sabe que puede afectar a las articulaciones (causando artritis psoriásica), al hígado (hígado graso) o al sistema cardiovascular (aumentando el riesgo).
Además no nos podemos olvidar de la importante carga psicológica que puede producir tener una enfermedad visible que genera pérdida de autoestima y rechazo social.
La causa de la psoriasis es multifactorial, existiendo un importante componente genético, unido con factores ambientales que desencadenan la enfermedad como infecciones, fármacos, estrés, etc. La exposición solar en este caso la suele mejorar.
Hoy en día existen multitud de tratamientos seguros que van desde la aplicación de cremas hasta los más sofisticados fármacos biológicos.
Las decisiones terapéuticas se toman en base a la extensión de la enfermedad, la afectación de la calidad de vida, la presencia de patologías asociadas como la artritis, condiciones que puedan contraindicar algunos fármacos o su tolerancia.
Aunque es imposible a día de hoy administrar un único tratamiento que la cure para siempre, existen alternativas suficientes y muy seguras para mantener a los pacientes blanqueados y con una gran calidad de vida.