La dermatitis atópica es un trastorno genético que predispone a presentar eczemas en distintas zonas del cuerpo.
Imaginad que nuestra piel es un muro donde los ladrillos son nuestras células. Entre ellas tiene que haber un cemento, que está formado por la grasa natural y una serie de estructuras proteicas (como la filagrina). Esto es lo que falta en las personas atópicas.
Esto es lo que falta en las personas atópicas, por eso el umbral de la irritación es más bajo de lo normal. En ellos, todo los agentes externos que vienen desde fuera del muro es capaz de destruir esta barrera y de destruirla y producirse el eczema.
Además, a través del muro se introducen muchas más sustancias de los normal, alérgenos, que dan lugar a que los atópicos tengan más rinitis, asma y alergias en general. Pero que hay que recordar que los eczemas casi nunca son por causa alérgica.
La condición de atópico no se puede modificar, pero sí que es posible evitar en gran medida la aparición de eczemas. Para ello es necesario:
- Tratar los brotes con fármacos: principalmente con crema de corticoide.
- Hidratación abundante: con productos grasos que repongan nuestro cemento y eviten que nuestra agua interior salga hacia afuera. Vaselina líquida o cremas específicas para pieles atópicas.
- Lavados cortos (al contrario de lo que parece, echarse agua deshidrata más la piel, igual que cuando nos chupamos los labios) y con poco jabón.
- Evitar irritantes: un buen truco «no me pongo nada en la piel que me picaría si me entra en el ojo».
- Evitar el rascado: que engruesa la piel y la piel gruesa pica más, lo que provoca la entrada en el círculo vicioso del rascado-picor.