El cáncer cutáneo es uno de los tipos de cáncer más incidentes en el mundo y en España. En su gran mayoría se trata de cáncer cutáneo no-melanoma.
Mientras que el melanoma deriva de los melanocitos (las células productoras de melanina), el cáncer cutáneo no-melanoma (carcinomas basocelulares y epidermoides) derivan de los queratinocitos (las células principales, productoras de las escamas).
La labor de la dermatología no consiste solamente en hacer revisiones para realizar una detección precoz de las lesiones cancerígenas, si no en promover una actitud adecuada frente a la radiación solar, que es la que produce las mutaciones que originan estos tumores.
Carcinoma o epitelioma basocelular
Es el cáncer de piel más frecuente y también el tumor sólido más frecuente en el ser humano.
Su aparición se debe al daño solar acumulado a lo largo de la vida, aunque cada vez los vemos en pacientes más jóvenes. También influye en este caso la genética, existiendo síndromes de carcinomas basocelulares familiares múltiples como el sd. de Gorlin.
Por suerte, en general, tienen buen pronóstico y casi nunca ocasiona metástasis. Sin embargo, como tumor maligno que es, el basocelular es inmortal y sigue creciendo eternamente si no se trata, destruyendo lo que encuentra a su paso.
Por lo general el tratamiento consiste en destruirlo por completo y asegurarnos de que no queda ninguna célula maligna que haga que vuelva a aparecer. Con esto suele ser suficiente. En cualquier caso el paciente tiene que seguir acudiendo a revisiones, porque debido al daño solar, no es raro que si se ha tenido uno, se puedan desarrollar más en el futuro.
En ocasiones, cuando son de tipo superficial, de pequeño tamaño y se localizan en áreas del tronco se puede optar por destruirlos mediante crioterapia, terapia fotodinámica o inmunoterapia con cremas. Pero en la mayoría de los casos el procedimiento más adecuado es la extirpación quirúrgica completa, con márgen de seguridad y confirmación por parte del laboratorio de anatomía patológica de que está todo limpio.
La dificultad muchas veces radica en la localización, por el riesgo de que queden cicatrices o defectos inestéticos, que no haya piel suficiente para cerrar las heridas y sea necesario realizar colgajos o injertos. Si la zona es muy delicada, a veces es necesario realizar cirugía de Mohs, durante la cual se van analizando los tejidos extirpados por etapas (en congelación) para asegurarnos de que el tumor está quitado del todo y se puede efectuar la reconstrucción necesaria (ahorrando piel y posibles reintervenciones).
Carcinoma epidermoide
Es una proliferación maligna de los queratinocitos y suele aparecer en personas de piel clara con antecedente de exposición solar crónica, aunque se han identificado otros factores de riesgo como la infección por virus del papiloma, la inmunosupresión, la presencia de cicatrices o úlceras previas… Este tipo de carcinoma tiene un comportamiento más agresivo en algunos casos, por eso requiere un diagnóstico y tratamiento de forma precoz para así evitar su diseminación a los ganglios linfáticos regionales causando graves problemas de salud e incluso la muerte.
Los lugares más frecuentes de aparición son las zonas fotoexpuestas como la cara, el cuero cabelludo en personas con poco pelo, los brazos y las zonas pretibiales (en las mujeres). También aparece en el labio inferior especialmente en pacientes fumadores. Por otra parte, en las personas con piel más oscura, los lugares más afectados incluyen: las piernas (úlceras no cicatrizadas), región anal y genital.
El diagnóstico es mediante la inspección visual y la confirmación mediante biopsia, la cual evalúa el compromiso local y el riesgo de encontrar enfermedad a distancia.
El tratamiento más efectivo suele ser la cirugía radical, aunque a veces se puede usar algunos tipos de inmunomoduladores o asociar radioterapia. La mortalidad de este tipo de tumores es baja (1%), pudiendo causar también graves secuelas.
Como siempre lo más importante es la prevención mediante la evitación de la exposición solar, el uso de fotoprotección y el tratamiento de las lesiones precursoras (queratosis actínicas).
Queratosis actínicas
Son células de carcinoma epidermoide intraepidérmico, es decir, tienen mutaciones cancerígenas pero no llegan a tener capacidad invasiva. Casi todos los pacientes blancos de más de 50 años tienen este tipo de células en su piel de áreas fotoexpuestas.
Algunas veces las queratosis actínicas dan síntomas, como zonas de piel rojizas y descamadas con costra superficial que no se terminan de quitar y que puede picar. Muchas otras veces no son visibles a simple vista, y hay muchas más de las que nos podemos imaginar.
Las queratosis visibles las solemos destruir mediante medios físicos como la crioterapia o la electrocoagulación, pero en estos casos solo tratamos la punta del iceberg.
Suele ser recomendable tratamientos de “campo de cancerización” mediante cremas especiales que destruyen selectivamente estas células, peelings, láser o terapia fotodinámica. Con estos, conseguimos que se elimine la piel dañada y que se genera una piel nueva y sana. Además de la mejoría clínica y la reducción del riesgo de desarrollar tumores, estos tratamientos suelen traer consigo una mejoría cosmética importante.
Melanoma
No es el más frecuente de los cánceres de piel, pero sí es el más agresivo. Cuando un melanoma no se detecta a tiempo puede ser mortal. Además es el segundo tumor más común en la franja entre adolescentes y adultos jóvenes.
Está causado por las mutaciones que produce la radiación solar en el ADN de los melanocitos, que son las células que producen la melanina y el moreno. En este caso, más que la exposición solar crónica, el principal factor de riesgo es haber tenido quemaduras de piel, sobre todo en la infancia.
La espalda es la localización más frecuente. Puede salir también en zonas más escondidas como el cuero cabelludo y en las plantas de los pies.
En contra de la creencia popular, solo en torno a un 20% salen sobre lunares previos, la mayoría son melanomas desde un principio, aunque se pueden parecer mucho a un lunar normal. Es por esto que no tiene sentido echarse solamente crema sobre los lunares cuando vamos a la playa.
Para sospechar de una lesión pigmentada en la piel tenemos que conocer los 𝐀𝐁𝐂𝐃𝐄s: ante una lesión 𝐀simétrica, de 𝐁ordes irregulares, con distintos 𝐂olores en su interior, un 𝐃iámetro mayor de 6 mm y una 𝐄volución extraña.
Siempre buscamos el “patito feo”, es decir, aquel que no se parece al resto de tus lunares.
Revisarse los lunares una o dos veces al año es muy recomendable, pero no sirve de nada sin tener unos hábitos saludables frente al sol (evitar la exposición en la medida de lo posible con la regla de las 4S: Sombra, Sombrero, Sombrilla y SPF).