La urticaria es de las consultas dermatológicas más frecuentes, especialmente en urgencias. Casi todo el mundo tiene algún brote en su vida.
Los pacientes comienzan de manera súbita con «granitos» generalizados por todo el cuerpo que producen mucho picor.
Se trata de una forma de exantema consistente en la aparición de lesiones eritematoedematosas evanescentes (es decir, cada grano de forma individual desaparece por completo antes de 24 h, aunque el brote global dure más tiempo). Las lesiones no afectan a la parte superficial de la piel: no tienen costra, no tienen escama, no tienen ampollas, ni se queda arañazo por mucho que nos rasquemos. La lesión desaparece sin dejar marca.
En contra de la creencia popular, la urticaria no es una alergia a algo que has comido.
La mayor parte de los brotes agudos de urticaria coinciden con algún proceso vírico. También hay fármacos que la pueden favorecer, como los antiinflamatorios o algunos antibióticos.
Cuando ya estamos hablando de una urticaria crónica (cuando dura más de 6 semanas), los mecanismos son más complejos. Suele ocurrir en pacientes de base autoinmune.
También hay gente que padece urticarias inducibles ante estímulos físicos, que se pueden activar por la presión (tienen dermografismo), por el frío, por el sol, etc.
Dentro de la piel, lo que está ocurriendo es una liberación descontrolada de histamina por parte de algunos glóbulos blancos. Es por esto que el tratamiento específico de la urticaria son los antihistamínicos y no los corticoides (aunque estos sirvan para bajar cualquier tipo de inflamación).
Cuando los antihistamínicos no controlan habría que recurrir a fármacos biológicos.